¡Cómo están mis lectores queridos
de este blog y espero que fieles oyentes del podcast “Los cuentos de las Mil y
Una Noches”!, hemos escuchado el relato del comerciante cristiano al sultán,
sobre un joven de Bagdad que perdió la mano derecha a causa de haber robado,
después de haberse arruinado por amor.
Al sultán no le ha gustado la
historia, calificó al enamorado de libertino, y que de extraordinario el cuento
no tenía nada, así que tomó la decisión de condenar a muerte al comerciante
cristiano y a los demás.
Temeroso el proveedor musulmán se
ha arrojado a sus pies suplicando que le permita contarle una historia que si
le impresionará, así que comienza a relatar una historia, también relacionada
con un mercader.
El cuento de hoy me lleva a
pensar sobre las reuniones sociales, ya sean con amigos, familiares o
compañeros de trabajo, que suelen girar en torno a la comida. Compartimos
platos, levantamos copas y unimos nuestros paladares en un acto que va más allá
de la nutrición: es una celebración de la comunidad. Sin embargo, ¿qué sucede
cuando, por razones variadas—ya sean dietas, alergias o preferencias
personales—decidimos rehusar ciertas comidas o bebidas?
Recuerdo una cena en casa de un
amigo en la que, al momento de servir la comida, me encontré en una situación
bastante incómoda. La anfitriona había preparado un delicioso estofado, pero por
uno de los ingredientes que contenía, por razones personales, decidí no
consumir. En ese instante, las miradas se centraron en mí. Algunos se sintieron
decepcionados, otros simplemente no lo entendieron. Y aunque traté de explicar
con respeto y amabilidad, la atmósfera ya había cambiado. ¿Por qué parece tan
difícil aceptar que algunos no podemos o elegimos no consumir ciertos
alimentos?
Es curioso cómo el acto de comer
puede transformarse en una especie de batalla de voluntades. Alguien que elige
no probar el platillo típico de la abuela puede ser visto como descortés o
incluso, en algunos casos, como alguien que busca llamar la atención. La
presión social puede ser abrumadora. ¿Alguna vez te has encontrado en esa
situación? En la cual, al rehusar una copa de vino, te bombardean con preguntas
como: "¿Por qué no tomas?" o "¿No te gusta?" en vez de
simplemente aceptar tu decisión con un brindis amistoso.
¿De dónde proviene esa necesidad
de que todos participen de la misma manera? En un mundo donde la diversidad es
la norma, hay que recordar que cada uno tiene sus propias razones, que pueden
estar basadas en salud, religión, ética o incluso en experiencias pasadas. Y
esas razones merecen respeto.
El respeto hacia la diversidad de
elecciones alimentarias es crucial para crear un ambiente agradable y acogedor
en cualquier reunión. Promover la empatía es una habilidad valiosa que no solo
se aplica a las elecciones dietéticas, sino a prácticamente todo ámbito de la
vida. Te invito a reflexionar: ¿cuántas veces has estado en una cena y has
sentido que tus decisiones eran cuestionadas? Lo triste es que esto puede
llevarnos a ser reacios a participar en futuros encuentros, privándonos de
momentos alegres con amigos y seres queridos.
Crear un espacio donde todos se
sientan cómodos con sus elecciones alimentarias puede ser un desafío, pero es
necesario. Puede ser tan simple como preguntarle a la persona que está
organizando el evento si hay opciones variadas disponibles o comunicar tus
preferencias alimentarias por adelantado. La comunicación es clave.
El relato del comerciante que
estamos siguiendo puede sonar lejano, pero a menudo las lecciones que
aprendemos de estas historias se reflejan en nuestras experiencias cotidianas.
Desde la dignidad y el amor hasta el respeto y la empatía, cada cuento es una
invitación a reflexionar sobre cómo tratamos a los demás. Así como el
comerciante tuvo que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, también
nosotros debemos hacer frente a las decisiones que tomamos y cómo estas afectan
a nuestro alrededor, especialmente en la manera en que convivimos y compartimos
experiencias culinarias.
A medida que avanzamos en nuestro
podcast y en nuestras vidas, recuerden que cada elección, por pequeña que sea,
es un paso hacia la aceptación y la comprensión. Así que la próxima vez que
encuentren a alguien rehuyendo un platillo, no lo vean como un insulto
personal. Más bien, miren ese momento como una oportunidad para aprender más
sobre esa persona y para fomentar un ambiente donde todos puedan sentirse
bienvenidos.
Les dejo el enlace de esta
semana, para conocer esta nueva historia que nos contará el proveedor musulmán
para encantar al sultán y apaciguar su enojo:
Espero
que hayan disfrutado de esta reflexión. Nos escuchamos pronto en "Los
cuentos de las Mil y Una Noches" y no olviden que cada historia es un
pedazo de nuestras vidas compartidas. ¡Un abrazo!