¡Hola, mis queridos lectores de
este blog y oyentes del podcast de las historias de Scherezade! 🌙
Esta semana, nos encontramos en un momento culminante de la intriga que rodea
al joven de Mosul, quien, como recuerdan, soñaba con aventurarse hasta Egipto.
Pero, antes de sumergirnos por completo en su historia, ¡qué enredo tan
delicioso se ha tejido alrededor de él!
En la última entrega, nuestro
protagonista se quedó totalmente hipnotizado por una dama en Damasco. Ah, el
amor… o quizás, deberíamos decir, el amor con un poco de picante, ya que ella
le sugiere un trío. Y aquí estamos, al borde de la silla, preguntándonos: ¿qué
pasará con nuestros enamorados? ¡Y eso no es todo! Todavía nos falta conocer el
misterio de por qué a nuestro joven le falta la mano izquierda. ¡Drama a
raudales, amigos!
En esta etapa de nuestras
historias, donde todos intentan sorprender al sultán, que aún siente la pérdida
del jorobado, me he percatado de un curioso hilo conductor: ¡la pérdida de
algún miembro del cuerpo! ¿No les parece intrigante? La continuación del relato
del joven de Mosul, que el médico judío nos está compartiendo, explora un tema
con el que ya hemos visto en entradas anteriores, pero desde una perspectiva
distinta: ser acusados de algo de lo que realmente somos inocentes, y que, por
alguna razón, nos han tendido una trampa.
Imagínense un momento, ¿qué
harían si se encontraran en una situación así? Francamente, confieso que nunca
he estado en la piel de alguien en esa situación, y lo único que he visto al
respecto son películas de suspenso. ¡Qué angustiante debe ser! ¿Basta con que
solo tus seres queridos te crean?, ¿qué sucede si las pruebas en tu contra son
tan contundentes que empiezan a dudar de tu inocencia? La angustia en esos
momentos debe ser indescriptible, algo como un torbellino de emociones que
dibuja una montaña rusa entre la desesperación y el ferviente deseo de
demostrar que no tuviste nada que ver.
Imaginar la mente de alguien que
trama una mentira de tal magnitud es, por decirlo menos, aterrador. Confiar en
que la justicia prevalecerá y al mismo tiempo ver cómo tus amigos y familiares
empiezan a dudar de ti es un verdadero desastre emocional. No quisiera estar en
la piel de ninguno de los involucrados, así que a ellos les envío mis mejores
pensamientos y bendiciones.
Y ahora, como guinda del pastel,
me gustaría compartir una anécdota simpática. Recuerdo una ocasión en la que
caminaba con mi madre y detrás nuestro iba una niña llorando desconsolada,
acusando a su hermano de robarle un caramelo, nos dimos vuelta a mirar justo en
el momento que la tía de la pequeña le dijo a su madre que, en realidad, la
niña estaba mintiendo... ¡porque tenía el caramelo escondido en la mejilla! Nos
dimos vuelta rápidamente para no reírnos enfrente de ella y la verdad, ¡la
chiquitina era toda una estratega!
Finalmente, esa historia tuvo un desenlace muy divertido, ya que la pequeña no logró salirse con la suya de arrebatarle el caramelo a su hermano, aunque tampoco fue castigada. Simplemente le hicieron un llamado de atención.
Así, mis queridos lectores, aquí
les dejo el enlace de esta semana. ¡Espero que el desenlace sea más positivo
que mi imaginación desenfrenada!
No olviden compartir sus propias historias; me encantaría conocerlas. La próxima semana, volveremos con más aventuras—y aún nos queda la historia del sastre. ¿Conseguirá el sultán perdonar a todos? ¡Nos vemos pronto! 🍵✨