lunes, 27 de octubre de 2025

82- La historia de Dulce Amiga y Alí-Nadur (continuación)


 ¡Mis queridos seguidores, oyentes y lectores de este blog y del podcast de las Mil y Una Noches!

Continuamos hoy con la fascinante historia de Alí Nadur y Dulce Amiga, quienes, como recordarán, han llegado a Bagdad huyendo de la ira del sultán de Basora, influenciado por las viperinas palabras de su visir El-Mohín. ¡Qué culebrón!

Pero lo que hoy me tiene pensando es otra cosa. Hemos descubierto que el jeque Ibrahim no solo mintió sobre la posesión del jardín y el palacio de las Pinturas, sino que además ¡fingió su abstinencia alcohólica! Resulta que el hombre es un bebedor de cuidado, aunque lo oculta por la vergüenza de lo que pudieran pensar nuestros protagonistas. Y esto, mis amigos, me lleva a reflexionar sobre un tema universal: los placeres culpables.

Todos tenemos uno, ¿verdad? Es ese pequeño gusto que nos damos a escondidas, esa actividad que disfrutamos en silencio, temiendo el juicio ajeno. ¿Cuál es el mío? Preparados… allá va: ¡ver series coreanas subtituladas! Sí, lo confieso. De alguna manera, estas series han venido a ocupar el lugar que en mi infancia y adolescencia ocupaban las novelas románticas de Corin Tellado o Mario Santander. Recuerdo que mi madre me incentivaba a leerlas. Ella, a su vez, devoraba novelas del inspector Maigret o Hercules Poirot, e íbamos juntas a una tienda de intercambio de revistas y novelas. Pero claro, estudiando en un colegio de monjas, este tipo de lecturas no eran precisamente "bien vistas" en nuestro entorno social. Era un placer culpable en toda regla.

Y es que los placeres culpables, ¡ojo!, no son necesariamente algo negativo. De hecho, muchas veces son un verdadero salvavidas para nuestra salud mental y emocional. Nos dan esa pequeña gratificación que nos hace sentir bien, que nos reconecta con nosotros mismos.

¿Por qué le ponemos la etiqueta de "culpable"? Porque, teóricamente, tiene una connotación negativa ante los demás, e incluso ante nosotros mismos. Son esas actividades que disfrutamos en privado y que nos da vergüenza admitir en público. También puede ser que sean actividades o acciones que en nuestro círculo social o familiar no son aceptadas. ¡La hipocresía está a la orden del día!

Los placeres culpables pueden ser de lo más variados: desde comidas (un atracón de chocolate a medianoche), hasta libros, pasando por un tipo de música (ese reggaetón que te hace bailar a escondidas), programas de televisión (sí, estoy hablando de esos realities que tanto criticas pero que ves religiosamente) o películas. En resumen, son gustos que a otros les pueden parecer frívolos o, peor aún, ¡de gusto reprochable!

Pero debemos aceptar que hay un goce intrínseco en esa "culpa", y es liberador hacernos responsables de esos pequeños placeres. A mí, por ejemplo, me encantan los bombones de licor, y confieso que no me gusta nada compartirlos, ¡ni que me los pidan! Y sí, me encantan algunos actores asiáticos, ¿y qué?

Así que, mis queridos lectores, ¡disfrutemos abiertamente de aquellas cosas que nos causan placer! No nos escondamos, no nos avergoncemos (siempre y cuando, obviamente, no se trate de un vicio pernicioso para nuestra salud, nuestra economía y que cause dolor y preocupación a nuestra familia y amigos, ¡ojo ahí!). Dejémonos llevar por esos pequeños gustos que nos alegran el día, que nos hacen sentir vivos. ¡La vida es demasiado corta para privarnos de lo que nos hace felices!

Espero que disfruten el capítulo de esta semana, y del blog que nace de la inspiración de cada episodio.

https://open.spotify.com/episode/7x0oxBV3VnnKe0BqiGkKHV?si=tmdEdxEaSsWktz-1JeLY1g

 

¿Y ustedes? ¿Cuáles son sus placeres culpables? ¡Los leo en los comentarios! Anímense a compartir, ¡quizás descubramos que compartimos más de un gusto prohibido! ¡Hasta la próxima entrega de las Mil y Una Noches!

90- La historia del príncipe Kamalzaman y la princesa Budur (Continuación)

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