¡Hola, mis queridos oyentes de
"Las mil y una noches" y lectores de este blog! ¿Cómo los trata la
vida? La semana pasada, Scherezade nos terminó de narrar la historia de Alí
Nadur y la hermosa persa. No se
preocupen, que la magia continúa. Hoy, nos adentramos en un nuevo relato: el
del príncipe Kamaralzamán y la princesa Budur. No les voy a spoilear el primer
episodio, ¡pero créanme, la historia promete!
Hoy quiero compartirles sobre
algo que me ha estado rondando la cabeza desde que terminé de leer la historia
de Alí-Nadur y Dulce Amiga. Sí, tuvo un final feliz, ¡y eso es genial! Pero me
dejó pensando: ¿qué pasa con esas personas que dicen "no, gracias" al
poder y a la autoridad?
Alí-Nadur, por ejemplo, rechazó
el trono de Basora, no porque no le gustara el oro (¡a quién no!), sino porque
esa ciudad le traía recuerdos amargos, de las penurias que ahí había sufrido.
No pensó en la oportunidad de recuperar su poder y hasta amasar más riquezas de
las que había perdido por malas decisiones y por confiar en los falsos amigos.
¡Prefirió quedarse en Bagdad!
A lo largo de mi vida, me he topado
y también he escuchado de personas que han rechazado aceptar puestos que les
habría dado poder, estatus, acceso a bienes y, en general, una situación
económica envidiable. Y ojo, no es que quisieran imitar a San Francisco de
Asís, o a las monjas carmelitas descalzas. ¡Por supuesto que deseaban una buena
situación económica y poseían la fuerza y decisión de trabajar duro para
conseguirlo, pero en algo que les permita sentirse bien consigo mismos!
A veces, lo rechazan porque no se
creen capaces para el cargo, o porque su propia personalidad no los haría
buenos líderes. Se conocen a sí mismos y reconocen que, en un puesto de poder,
harían más mal que bien. ¿Me creen que existen personas así? ¡Pues claro que
sí!
También pienso que muchos conocemos
a ese tipo de seres que, sin más mérito que tener contactos influyentes,
acceden a posiciones para las que no están ni calificados ni cualificados, pero
aceptan con gusto el estatus y la mejora económica que conlleva. He conocido y
vivido de cerca a ese tipo de personajes, y son castrantes en todos los
sentidos: en lo práctico, en lo profesional, y hasta en lo intelectual. Porque
para ellos, "autoridad" significa "imponer", incluso cuando
se les advierte que aquello que están ordenando no es conveniente y que causará
problemas mayores.
Consciente o inconscientemente
saben que no están ahí por méritos propios.
Suelen sentirse menospreciados por los demás. Para ellos poder no es convencer es imponer
autoridad sin cuestionamientos. ¡Total, si las cosas salen mal, la culpa es de
los subordinados! Porque este tipo de personas jamás defiende ni respalda a su
equipo, ni reconocen sus carencias intelectuales, o técnicas. ¡Uf, qué tema!
Pero volviendo a aquellos que
rechazan esos puestos de poder y autoridad, por las razones que sean no los
veamos como perdedores. ¡Están optando por tener éxito en aquello en lo que
realmente se destacan! Y créanme que incluso pueden ser muy autoexigentes,
rayando en el perfeccionismo, y saben que eso no siempre facilita la vida a
quienes dependen de ellos. A pesar de todo, eligen una mejor calidad de vida
mental y emocional, sabiendo que así podrán manejar mejor las tensiones de la
vida, tanto en el ámbito profesional como en el familiar.
¿Qué se puede hacer con aquellos
que optan aceptar puestos para los cuales no tienen las competencias
necesarias? En mi experiencia, no mucho, mientras exista alguien con poder que
lo respalde. Salvo, como en el caso que me tocó presenciar, en que empresa
estaba en etapa de reorganización, se hicieron evaluaciones, planificaron
cambios en cargos, se contrataron asesores, psicólogos, etc. Todos los
subordinados tanto directos, como indirectos, al saber que al personaje en
cuestión le iban a dar más poder, reclamaron como si fueran una sola voz. Hablaron con los asesores, los psicólogos, encargados
de la reorganización. En consecuencia, no le dieron un cargo mayor, y le
quitaron la jefatura, pero si le conservaron el jugoso sueldo. Hoy, según supe, él es feliz como una
lombriz, no haciendo nada dentro de la empresa, pero con sueldo de jefe, para
infelicidad de los que hacen el trabajo por él. En fin, no se ganan todas, pero
las cosas funcionan mucho mejor.
De momento, los invito a pasar un
rato escuchando la nueva historia que nos trae la sultana Scherezade:
https://open.spotify.com/episode/63B6Mfqt3pEzgut54H2hBZ?si=K8b_-bqXRTq-pc1u81DQrA
😉
¡Espero sus comentarios! ¡Hasta
la próxima!

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