EL EFRIT Y EL COMERCIANTE – EL JEQUE Y LOS DOS LEBRELES NEGROS
La historia del jeque y los dos
lebreles negros se centra en tres hermanos que, en partes iguales, han heredado
cierta fortuna por parte del padre que era comerciante. El mayor de
los hermanos decide vender su parte, pese a los consejos de no hacerlo. Él cree
que su riqueza aumentará si sale a vender sus mercancías al mundo, así que
emprende su camino con productos que presume serán elogiados y deseados en el
extranjero.
Al hermano de al medio, ha
prosperado en su negocio, es un buen comerciante y persona. Se
siente contento, vive tranquilo. Un día se encuentra con un mendigo que le pide
limosna, e intenta compartir su buena fortuna con él, pero el mendigo le reprocha
que no lo reconozca. Se trata de su hermano mayor, que además le solicita que no le pregunte qué
ocurrió, ni cómo le fue en su aventura, ya que su estado lamentable habla por
sí mismo.
Lo acoge, lo baña, y comparte la
mitad de sus beneficios con él, con el propósito de que reinicie una nueva vida.
A poco tiempo, el hermano menor
decide imitar al mayor y a pesar de los consejos, vende todo, adquiere mercancías que supone serán de
interés en el extranjero.
La historia se repite, vuelve en
la miseria. Nuevamente, el hermano de al medio, lo acoge como hizo con el
hermano mayor; comparte la mitad de las ganancias del último año.
El hermano mayor junto el menor
desean volver a intentar la aventura juntos, e intentan convencer al hermano
del medio que se les una, el que se niega. ¿Por qué habrían de
triunfar donde ya han fracasado?
Así pasan 5 años hasta que lo convencen. Antes
de partir, pone a buen recaudo la mitad de su fortuna, en caso de que
fracase al igual que sus hermanos, y así no quedar en la miseria. Grande es su sorpresa al saber, antes de
emprender viaje, que sus hermanos han gastado el dinero que en su momento les
dio para recuperaran sus negocios.
Nuevamente divide en tres su mitad de las ganancias
Comerciaron en el extranjero un
año completo, el mayor y el menor, volvieron a fracasar, en tanto el del medio aumento
cuantiosamente su capital. Es hora de
regresar a la ciudad de origen.
A la espera de embarcarse en el
barco, el hermano del medio se va a caminar por la playa donde se encuentra a una
mujer que le solicita ayuda, le ofrece dinero, pero ella le pide que la despose
con la promesa de que no se arrepentirá de ello. Él acepta y la viste de
acuerdo con su nueva situación.
En el barco, los dos hermanos que
les ha ido mal sienten envidia y se coluden para robarle y matarlo junto a su
esposa. Mientras están dormidos los
arrojan al mar, pero ocurre algo asombroso, al caer al agua, la mujer que era un
genio o efrita lo salva.
Acá es donde te digo que escuches
mi podcast, donde conocerás como continua la historia y su desenlace.
Aunque la finalidad de estas historias es sólo entretener, algunas como esta, me llevan a reflexionar las veces que me ha tocado conocer, casos de personas, que sin llegar al extremo de cometer un delito como en el cuento, no reconocen que a veces no tienen habilidades o capacidades para emprender ciertas tareas, proyectos o aventuras. Insisten en obtener los beneficios de las habilidades que poseen otros, y al no conseguirlo culpan a otros, a las circunstancias que siempre están en su contra.
Tampoco son agradecidos con
quienes tratan de ayudarlos desde el cariño y el afecto. Da la impresión de que
eso los enoja más, los ofende. Y hablan
mal de aquel que le va bien, y que suele ser en ocasiones la misma persona que
ha tratado apoyarlos y ayudarlos, para que se rehagan y mejoren su suerte.
Soy una persona convencida que
todos tenemos capacidades y habilidades sólo tenemos que reconocerlas, aceptarlas,
valorarlas, y sacarles provecho.
No tiene sentido querer destacar
donde no se tienen las dotes para ello, despreciar lo propio considerando que no
es glamoroso o no brilla como brillan otros, es hacerse daño uno mismo. Valórate, quiérete y disfruta lo que sabes
hacer bien. Al envidiar al vecino, al
amigo o amiga, un hermano o hermana, un hijo o hija, compañero o compañera de alguna
actividad, te quita tu propio brillo, no el mundo, no son otros quienes te
impiden brillar, eres tú mismo/a al no apreciar las bendiciones con que has
sido dotado/a.
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