Queridos lectores del blog y
oyentes del podcast "Los cuentos de Las Mil y una Noches", me alegra
seguir compartiendo con ustedes la historia del barbero y sus hermanos. ¿Cómo
acabará?
¿Serán perdonados, por el sultán
los involucrados en el incidente del jorobado, una vez que hayamos escuchado
las historias que el barbero está contando sobre sus hermanos?
Esta historia, en particular, me
ha dejado pensando. ¿En qué? Pues en algo que, tristemente, es más común de lo
que nos gustaría admitir: lo increíblemente fácil que es juzgar a alguien o
algo basándonos en lo que vemos superficialmente, en lo que escuchamos de
pasada, o, peor aún, ¡en lo que "nos han contado"!, en el chisme, en
el rumor.
Seamos honestos, ¿quién ha
juzgado a alguien sin tener toda la información? Es como jugar al teléfono
descompuesto, ¿no les parece? Alguien suelta una frase, una insinuación, y
antes de que te des cuenta, la historia ha mutado, se ha deformado, se ha
inflado con detalles inventados por gente que solo escuchó un pedacito, ¡no la
historia completa, y sin tener idea del contexto!
Por ejemplo, cuando escuchamos
una parte de una conversación ajena, un fragmento de una discusión entre dos
personas, e inmediatamente ¡boom!, imaginamos todo un trasfondo en nuestra
cabeza. Creamos una historia completa, la damos por sentada como si fuera la
mismísima verdad, y corremos a contársela a nuestro amigo/a de más confianza,
como quien tiene una primicia importantísima que compartir. Y claro ese amigo/a también tiene alguien de
más confianza a quien contarle su propia versión.
¿Por qué hacemos esto? Pues
porque somos humanos y, por defecto, rellenamos los huecos con lo que creemos
que sabemos, con nuestros propios prejuicios, con nuestras suposiciones. Somos
testigos parciales, vemos un trozo de la realidad y, sin conocer el contexto
completo, construimos una narrativa que, muchas veces, ¡está a años luz de la
verdad!
Y ojo, que no estoy diciendo que
todos lo hagamos con mala intención. A veces, simplemente, nuestro cerebro está
programado para buscar patrones, para dar sentido a lo que nos rodea, incluso
si no tiene todos los datos. El problema es que esa "búsqueda de
sentido" puede llevarnos por caminos muy equivocados.
Uno de los grandes problemas de
la comunicación humana es, precisamente, ese: el rumor, el chisme, el "me
dijeron que…". Cada uno repite lo que oyó, cada uno cuenta lo que creyó
ver u oír, completando con su propia interpretación, basada en sus propias
experiencias y, a menudo, en sus propios prejuicios. ¡Es un cóctel explosivo
que puede causar un daño irreparable!
Y luego, cuando, por fin, la
verdad sale a la luz (si es que alguien se toma la molestia de buscarla, de
realmente escuchar todas las versiones), muchas personas se niegan a aceptarla.
¿Por qué? Porque admitir que se equivocaron, que pasaron semanas (¡o meses!)
hablando de más, creyéndose conocedores y entendidos de algo que solo sabían de
oídas, es difícil. Es doloroso reconocer que uno se apresuró a dar por verídico
un chisme, un rumor jugoso, pero potencialmente destructivo.
Seamos sinceros, algunos chismes
son irresistibles y emocionantes de escuchar. ¡Admitámoslo! Pero, el daño que
causan puede ser devastador. aunque haya sido desmentido el rumor, siempre
habrá quien se niegue a creerlo. Siempre habrá una sombra de duda, sin razón de
peso que la justifique. Esa persona, esa situación, navegará para siempre en el
mar de las dudas.
Y a lo largo de la historia,
siempre ha habido y habrá personas que se aprovechan de la desinformación para
dañar a otros, para impedir que una idea que pudiera parecer buena llegue a
buen puerto.
A veces, somos nosotros mismos
los que, sin darnos cuenta, nos convertimos en repetidores de chismes y rumores
falsos. Otras veces, somos las víctimas, los que sufrimos las consecuencias de
las habladurías.
Entonces, ¿cómo podemos combatir
esta tendencia humana a juzgar por las apariencias? Lamentablemente, no existe
una solución mágica. Lo que sí podemos hacer es esforzarnos por ser honestos
con nosotros mismos y con los demás. Aunque no te crean, aunque te
malinterpreten, lo importante es estar en paz contigo mismo, promover una
comunicación sana, clara, precisa y directa. Irónicamente, ¡hasta eso puede ser
malinterpretado! El mundo es un lugar complicado, ¿verdad?
Y hablando de escuchar… ¡no se
olviden de escuchar el nuevo episodio del podcast! La historia de Al-Kuz los
hará pensar, reír y, quizás, hasta cuestionar sus propias preconcepciones.
Prometo que vale la pena.
Y ahora, cuéntenme ustedes, ¿alguna vez se han visto envueltos en una situación similar? ¿Han sido víctimas de un rumor? ¿O han sido ustedes los que han repetido algo que no era cierto? ¡Los leo en los comentarios! ¡Me encanta saber sus opiniones y experiencias! ¡Compartamos nuestras reflexiones y aprendamos juntos!
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